viernes, octubre 20, 2006

Conclusiones Personales

No Veo Maldad,
No Escucho Maldad,
No Digo Nada...
-Ya es muy tarde - Pensó - me tenté por un impulso y la llamé, pero dudo arrepentirme de eso. -
Sonrió levemente... - no creo que me quede tiempo como para acomodar algo...-.
Caminando muy despacio decidió ir al pequeño jardín que había delante de su casa. Una gran cantidad de plantas y arbustos tapaba la visión de la gente caminaba por la calle desapercibida e intentaba observar más allá de ellos. Pero él ya estaba acostumbrado a ese rincón abandonado de su hogar. Solía pasar horas y horas de pequeño, jugando en el pasto, mirando a las hormigas realizar su labor. Él conocía dónde tenía que colocarse para poder ver a todo aquel que estuviese fuera de allí.
Se sentó pesadamente sobre la hierba verde, suave, que tantas veces lo había cobijado. Pero ésta vez no era así, se sentía un tanto vacío.
- Quizás estoy algo nervioso - se dijo a si mismo en voz baja.
Un rayo de Sol le pegaba en la cara. Pero no era molesto, era de esos que te hacen dormir.
Cerró los ojos por un momento...
Su corazón palpitó fuertemente. Sus párpados se abrieron en un sobresalto. Delante de él, de espaldas al Sol, vio una silueta que casi no reconoció. Todo el ambiente había nublado un poco su vista.
- Al fin llegaste - Dijo, con un tono algo sarcástico, tal vez. Todavía no la había podido ver bien. Pero era la única iría. Hacía mucho de que el resto de sus conocidos se había distanciado de él. Ya no recibía visitas, ya nadie llamaba. Su vida era tan rutinaria como las vueltas de la Tierra.
Frotando sus ojos con dos dedos, pudo notar su porte, su forma de estar parada. Ese largo vestido negro que tanto amaba, se agitaba suavemente con la cálida brisa de la tarde. Era ella, no lo podía dudar. Siempre creyó que fue por coincidencia, tal vez por el destino, pero la había visto muchas veces, en esa misma posición, con la misma sonrisa.
- Muchos piensan que es feliz así. Sin embargo, yo sé que su cara sólo expresa tristeza... - Se dijo a si mismo, como tantas otras veces que había estado en situaciones parecidas. Recordó habérselo mencionado en una ocasión a su mejor amigo, pero no sabe si lo escuchó. Él yacía profundamente dormido y nunca le preguntó si pensaba lo mismo.
- ¿Por qué me llamaste? - Exclamó, un tanto exaltada. Siempre iba directo al grano... - Sabés muy bien que tengo una agenda muy ocupada, gente que visitar. Mi trabajo requiere de toda mi atención y no puedo jugar con la vida de las personas. No puedo pedirles más tiempo del que tienen -.
Él pudo notar algo de enfado en su rostro. Ella escondía muy bien sus sentimientos, pero él siempre fue bueno adivinando ese tipo de cosas. Río un poco y dijo:
- Serías muy buena cobrándole a la gente. - Aunque recapacitando, en cierto modo, era lo que hacía....
Continúa...