miércoles, julio 12, 2006

Recuerdos Humanos

A veces es mejor tardar una eternidad
discreta que ser una masa puntual.


Algún día iba a tener que volver y, sin embargo, nunca me acostumbré a esa sensación. Esa ansiedad que se crea el momento antes del reencuentro. La melancolía me invadió. Suspiré fríamente al pensar que tal vez habíamos hecho tan poco... me dije a mí mismo - Podríamos haber realizado muchas cosas juntos - y me dejé llevar...
Recordé los momentos que habíamos pasado. Poco a poco fui agrandando su presencia y me exclamé a mí mismo -¡Cuántas cosas solíamos hacer juntos!- y por un momento fui feliz... Pero eso no bastó, y la hora pasaba cada vez más lentamente...
Me sentí orgulloso de nuestra relación. Habíamos aprovechado cada minuto a pleno y solamente había quedado un simple hueco en el tiempo, debido a la curvatura que éste describía. Sentí que la hora de espera ya había pasado, pero aun no tenía noticias suyas. Quizás sufrió un retraso momentáneo, pensé y me dije a mí mismo -¡Cuántas cosas podríamos estar haciendo en éste momento!-. Y me quedé un momento reflexionando...
Fue entonces cuando recordé algo importante. Comprendí que ya no nos íbamos a volver a ver. Nuestras medidas de tiempo habían cambiado inesperadamente. Me había dejado llevar por la mitomanía del momento. -No era muy puntual-, me dije. Me di cuenta de que era yo el que se había quedado en el tiempo.
Decidí que ya no iba a esperar más. Intenté moverme, sin éxito. Había estado pensando en esa posición durante tanto tiempo que ya no sentía mi cuerpo. Acudió a mi mente nuestro último momento juntos. Me dieron ganas de dar la vuelta y ésta vez huir, pero es difícil girar entre paredes de madera acolchonadas. Intenté esbozar una sonrisa -Qué bueno habría sido hacerlo ésta vez-...

Recuerdos Humanos - 2006