Conclusiones Personales II
-¿Estás seguro de que querés irte?.
-Nunca estoy seguro de nada, pero sé que no quiero quedarme.
-No llego a comprender tu decisión. Muchos darían lo que fuera por poder tener lo mismo que vos.
-Pero yo prefiero perderlo.
-¿Querés despedirte?.
-No.
-Sigo sin entenderte... - suspiró.
-Yo, a veces, tampoco lo hago.
-¡Borrá esa sonrisa de tu rostro! - dijo fuertemente, enfadada, casi hasta agresiva -¡Sacás lo peor de mi!.
-Irse lentamente, manteniendo el dolor hasta entumecer todos tus músculos. No poder decidir si estar acá o más allá; no querer darse cuenta de que ya estás completamente abandonado por el mundo; eso es lo peor de uno.
-¿Vos creés?- se interrumpió.
Ella se paró derecha y en su cara apareció un pequeño gesto de desconcierto. Algo de duda venía a sus ojos, pero mantenía su mirada frívola.
-Yo estoy visitando personas constantemente, no tengo tiempo para ponerme a pensar en esas tonterías.
A pesar de que conocía su respuesta, él no pudo ocultar su cara de decepción.
El ambiente se puso tenso por un instante, hasta que una ráfaga de viento sacuidió el viejo árbol de hojas doradas. Algunas de ellas cayeron sobre su rostro somnoliento. Todavía sentado en el pasto húmedo, no dejaba de pensar en que debía haber arreglado las cosas.
Se tendría que haber sedado, él sabía que tendría que haberlo hecho.
-No me desafíes... no se mueren personas todo el tiempo...
Él soltó una gran carcajada...